martes, 4 de diciembre de 2007

el 2008 empieza y siguen los problemas

Que las cosas cambien…

Por Guillermo Cacace - enero 2008


Las salas de teatro independiente de la ciudad de Buenos Aires en su afán de mejorar su actual situación tienen una extensa lista de asuntos pendientes. Algunos tan importantes como nuestra responsabilidad en la promoción cultural. Dichos asuntos, siempre son postergados por un tema que le roba toda su energía: las habilitaciones.
Partamos de una base indiscutible: las salas tienen la explícita voluntad política de estar habilitadas. Las gestiones de ARTEI en tal sentido son previas a la desgracia de Cromagnon, desde el año 2003 pusimos en conocimiento de las autoridades el vacio legal del que eramos víctimas. Luego, hubo que esperar a la desgracia para que alguna acción tenga lugar. ¿Es condición que ocurran ciertas tragedias para que se operen modificaciones en lo instituido? El caso Carrasco fue otro de los ejemplos cercanos. La vía de que colapse un sistema versus la escucha de las demandas que obrarían en la prevención es un lamentable modus operandis de la dirigencia.
Queríamos habilitarnos y no teníamos una ley acorde a nuestra realidad: la conseguimos. Queríamos habilitarnos y nos faltaban los fondos: conseguimos una gran ayuda. Queremos y sabemos funcionar en la legalidad (reservamos la transgresión para la tarea artística): nos someten a una manipulación constante. Y esto no tiene que ver con la ley en sí, esto tiene que ver con quienes regulan su funcionamiento. Son responsables de tal impericia (por orden de aparición en el reparto cotidiano): primero, los inspectores que se presentan en las salas; segundo, los funcionarios de la Dirección de Habilitaciones del Gobierno de la Ciudad de Bs. As. que hacen caso omiso a las normas vigentes que nos amparan.
Atendamos al siguiente diálogo:
Inspector: Llegamos al objetivo, esta todo bastante bien. (por handy desde la sala que inspecciona)
Supervisor (desde su handy): -Buscá, buscá que algo vas a encontrar.-
Esta no es una de las tantas ficciones que tienen lugar en nuestros espacios, es la patética realidad a la que nos vemos expuestos.
Conforme a la ley que regula nuestra actividad los inspectores no nos tendrían que pedir otra cosa que no sea lo que ella nos demanda para estar habilitados. No obstante, dichos inspectores amparados en vericuetos jurídicos siempre encuentran la coartada para ponernos en falta y labrarnos un acta por aquello que no estábamos enterados de que nos faltaba. Dichas actas, en su mayoría injustamente labradas, siempre conllevan una multa que seguramente los teatros se verán obligados a pagar con los subsidios que les fueron otorgados por el Gobierno de la Ciudad para habilitarse.
Y así es la eterna historia de querer cumplir con la ley y que su requisitoria mute según el inspector de turno. Los objetivos de dicha mutación abren todo tipo de “suspicacias”.
En una maravillosa tira de humor gráfico firmada por Quino todo el mundo estaba por iniciar una acción (caminar, limpiar, abrir una puerta, etc.) y se los mostraba en suspensión… “a punto de” pero sin concretar dicha acción. Otro personaje de la tira colocaba un cartel que todos estaban leyendo y este rezaba: -¿A qué no saben prohibido qué?
Nosotros hacemos mucho para que las cosas cambien. Necesitamos que los funcionarios nos acompañen con sentido ético e idoneidad.
Trabajamos mucho como para que desconozcan nuestro esfuerzo. Una ministra de cultura se atrevió a decir en una reunión con nuestro sector… “ustedes son una foto detenida en el tiempo de quienes esperan todo de un estado benefactor…”. Necesitamos de otro tipo de funcionarios. Somos un grupo de artistas, técnicos y responsables de salas que al momento y en el marco de lo independiente hacemos más por el teatro de la ciudad, en tanto calidad e innovación, que las diferentes gestiones de gobierno que se han desempeñado en el área. Necesitamos caminar juntos, claro está, para que las cosas cambien por escucha de las demandas y no por su colapso violento.

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